No es ninguna novedad que a nivel nacional y local se discuta la conveniencia de reducir el tamaño de los órganos colegiados de representación popular, llámense Congreso de la Unión, congresos locales o cabildos. Con motivaciones diversas, los partidos con mayor respaldo popular están de acuerdo con la idea.
Aquí mismo en Coahuila, los electores acabamos de votar para elegir a los miembros de los ayuntamientos que iniciarán funciones el próximo 1 de enero y que tendrán menos integrantes que los actuales. Y dentro de un par de años votaremos para elegir una legislatura más pequeña que la actual.
A nadie sorprende por ello, que las diferentes bancadas del Senado de la República discutan en este momento la posibilidad de introducir reformas a la ley con el propósito de disminuir el número de miembros en ambas cámaras del Congreso de la Unión.
Lo interesante es uno de los argumentos expuestos ayer, desde el Senado de la República, para justificar la eventual decisión de eliminar las 32 bancas de representación proporcional que actualmente existen en dicha cámara: se ahorrarían 268 millones 24 mil 828 pesos anuales.
La cifra es, simple y sencillamente escandalosa, pues quiere decir que al día de hoy cada senador de la república nos cuesta a los mexicanos casi 8.4 millones de pesos anuales o, lo que es lo mismo, 22 mil 947 pesos diarios.
Por supuesto, no todo ese dinero corresponde a salario y prestaciones o, dicho en otras palabras, no todos los 8.4 millones van a parar a los bolsillos de nuestros representantes.
Una parte de ese dinero, como todos sabemos, corresponde al gasto en boletos de avión, asesores, teléfono, viáticos, choferes, oficinas y un abultado etcétera que conlleva el denominado “trabajo legislativo”.
El problema es que muchos de los senadores que nos cuestan, a precios actuales, casi 138 millones de pesos cada uno, jamás presentan una sola iniciativa durante los seis años de su gestión, así que su presencia en el Congreso de la Unión representará una carga fiscal.
Frente a tales evidencias no se puede menos que coincidir con quienes plantean la necesidad de disminuir el número de representantes en ambas cámaras del Congreso de la Unión.
Sin embargo, también resulta indispensable que se transparente el uso del dinero que se destina al Poder Legislativo y que se nos diga cuánto cuesta realmente cada uno de nuestros diputados federales y senadores, pues queda claro que son más costosos de lo que creíamos.
No basta, pues, como lo hemos dicho en múltiples ocasiones, disminuir el número de senadores o diputados para afirmar que tenemos un mejor Congreso. Para ello también hace falta que sólo puedan acceder a dichos cargos auténticos representantes de los intereses colectivos.
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